La Misión de la Iglesia

El tema de la misión y el envío a la misión no es exclusivo del Nuevo Testamento. Toda la Palabra de Dios nos habla de personas enviadas al pueblo de Israel para realizar una acción salvadora: Noé, Abraham, Moisés, David, los profetas…

Luego Dios Padre envió a su Hijo Jesucristo para que los hombres tuvieran vida y la tuvieran en abundancia.

El Padre y el Hijo resucitado han enviado su Espíritu Santo para que vivifique y haga fecunda la acción de los discípulos de Jesus. Los discípulos son escogidos, formados y enviados por Jesús para continuar su obra a través del tiempo. Este proceso de formación y envío de los discípulos estuvo acompañado de verdaderos «discursos de misión»: Mc 6,6-13; Mt 10,7-11,1; 28,18-20; Lc 9,1-6; 10,1-16; 22,35-38; Jn 20,19-23.

Nos detendremos en el pasaje del envío de los 72 (Lc 10,1-16), en donde Jesús les da un verdadero instructivo para la misión:

  • Le pide que oren al dueño de la mies para que envíe misioneros, de modo que “la primera obligación de los misioneros no es predicar sino orar” al dueño de la mies para que envíe obreros a su mies.
  • Los envió de dos en dos… dos era la cantidad de testigos necesarios para que un testimonio fuera creíble.
  • Los rechazarán.
  • No tienen que poner su seguridad en cosas materiales como: dinero, mochila, buen calzado.
  • La tarea requiere prisa por eso no deben distraerse saludando y conversando en el camino.
  • Lleven la Paz.
  • Permanezcan donde los reciban.
  • No vayan quedándose de casa en casa, permanezcan en una casa y formen comunidad.
  • Curen a los enfermos.
  • Adviertan a aquellos que no los quieran escuchar, que el reino de Dios igualmente ha llegado.
  • La salvación será para aquellos que acepten el mensaje de Jesús.

Pero la misión propiamente dicha, sin embargo, tiene lugar sólo después de la resurrección de Jesús y de su ascensión. Luego que Jesús se sienta a la diestra del Padre, desde allí envía el Espíritu Santo, quien mantiene y anima la vida del grupo que continua la Misión. El Espíritu sólo es dado a los discípulos después de la resurrección (cf. Jn 16,7), y la resurrección de Jesús sólo tiene pleno sentido para la Iglesia porque el fruto de ella es precisamente el envío del Espíritu, que anima por dentro y vivifica a la comunidad de los creyentes, haciéndoles que permanezcan en Cristo.

De todo este análisis se desprenden tres ideas:

La Misión de la Iglesia es Trinitaria.- La vida de la comunidad es el fruto de la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia y se propaga en su seno por la fe y la recepción de los sacramentos, especialmente el Bautismo que nos incorpora a la Iglesia en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y la Eucaristía que nos mantiene reunidos en torno a ella.

Somos enviados a la Misión.- Como la Iglesia no está formada por un grupo de amigos, la misión no es fruto de iniciativas personales marcadas por el ímpetu del entusiasmo.  La Iglesia es el Cuerpo de Cristo que se extiende en el mundo y el misionero continúa la presencia y acción de Cristo, que es su Iglesia, de manera que:

  1. El misionero tiene que ser enviado por Cristo presente en la Iglesia, nadie puede pretender ser un misionero auténtico si no hay detrás de él y con él una comunidad que lo envía y sostiene.
  2. El misionero no puede ser dueño de lo que anuncia ni anuncia lo que se le ocurre, simplemente anuncia una verdad que él ha descubierto y comparte una vida nueva recibida de Jesús.

Ser testigos del amor de Dios.- Amor de Dios presente en nuestras vidas y en la vida de nuestros hermanos. San Gregario Magno explica: «Observemos que envía a sus discípulos de dos en dos a predicar, porque dos son los mandatos de la caridad, a saber: el amor de Dios y el amor del prójimo. Envía el Señor a sus discípulos de dos en dos a predicar, como para darnos esta lección sin palabras: que quien no tiene amor al prójimo, no debe en manera alguna dedicarse al oficio de predicar«.

Por eso la primera obligación del misionero es orar, pidiendo los mismos sentimientos de Jesús, pues no hay testimonio posible sin amor fraterno ni oración.

En definitiva, la Iglesia misionera continúa en el mundo la presencia y la acción de Jesús, el enviado del Padre por la fuerza del Espíritu Santo.

Oremos pidiendo al Señor suscite en muchos hombres y mujeres el deseo de anunciarlo para que nunca falten en el mundo voces que lleven su mensaje.  Amén.

 

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