Al hablar de vocación es posible que llegue a nuestra mente la connotación religiosa de la palabra y es muy probable que entendamos el término como reservado al llamado divino al servicio religioso, por ejemplo sacerdocio o la vida consagrada.
Pero la vocación es la inclinación, interés o llamado que una persona siente para dedicarse a un determinado trabajo o estado de vida, ya sea personal, profesional o espiritual.
La palabra, como tal, proviene del latín vocatio, vocationis, que significa ‘acción de llamar’.
Cuando impartía la asignatura Matrimonio Sacramento de Amor en la universidad, solía preguntar a mis estudiantes en una prueba diagnóstica: “¿Cree usted que tiene vocación al matrimonio?” y a partir de la pregunta surgía el debate, pues muchas veces no contemplamos el matrimonio o la soltería como una vocación, como un llamado, igual que sucede con la vida religiosa.
La Hermana Glenda tiene una canción que siempre me ha referido a la vocación, quizás conozcan estas letras…
Tú Señor,
me has seducido
y yo me dejé,
me has forzado
y has sido más fuerte,
más fuerte que yo.
Y es que concibo la vocación como llamado de Dios inicialmente y luego debemos ir observando los gustos, deseos, aptitudes y actitudes, disposición, tendencia… en fin, todo aquello que en mi vida me va indicando y conduciendo hacia mi plena realización, lo que quiero ser y hacer en la vida, aunque en ocasiones no necesariamente la ruta que se va presentando es la que he concebido u otros han esperado para mí.
Por eso deberá llegar el momento en que me plantee dar respuestas a preguntas fundamentales como: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde quiero ir? ¿Dónde quiero desarrollar mi vida?
Pero la pregunta más importante de mi vocación es ¿Dónde quiere Dios que se desarrollen y den frutos los talentos que he recibido de Él?
Entiendo la vocación íntimamente ligada al servicio, pues quien recibe el llamado a ser médico, ¿para que estudia medicina, sino es para servir a través de la ciencia y los conocimientos que adquirió? Quien se prepara para ser maestro lo hace para enseñar y compartir sus conocimientos con los demás. La persona que opta por el estado de vida del matrimonio, lo hace porque quiere compartir su amor y la ayuda mutua, la procreación de los hijos y la educación de estos. (Cfr. CIC no. 1055; Familiaris Consortio nos. 18; 28)… en fin, el llamado me lleva al otro, al prójimo, al hermano.
En otro momento hablaremos sobre el “Servicio”, pero entiendo una relación estrecha entre vocación y servicio, pues esta enseñanza recibí “quien no vive para servir, no sirve para vivir”.