En la vida de fe, muchas veces damos por sentado que todos los cristianos hemos hecho una opción fundamental por Cristo. Uno de los problemas de nuestro cristianismo actual es la superficialidad, producto, en muchos de los casos, de una evangelización que no ha calado en el corazón. La verdadera vida en Cristo tiene que calar interiormente y que sea visible a los que nos rodean. Para que esto se realice es necesario que cada uno de nosotros tenga, como decía el papa San Juan Pablo II en la Catedral de Santo Domingo durante su visita en el año 1979, «un encuentro personal, vivo, de ojos abiertos y corazón palpitante, con Cristo resucitado«.
En un post anterior me réferi a mi “experiencia fundante”, esa que marcó mi vida de fe y mi relación personal con Jesucristo, a partir de la cual pude decir como Job: “Te conocía solo de oídas, ahora te han visto mis ojos” (Job 42, 5). Pues muchos años llevaba yo perteneciendo a la Iglesia y sirviendo en mi parroquia pero conocía al Dios de la catequesis y de la formación espiritual. Job es un personaje bíblico que se atreve a dialogar con Dios en medio de los acontecimientos que se presentan en su vida y busca respuestas a su situación. También yo, en ese momento de encuentro profundo con Dios, le cuestioné y El dio respuesta a mis inquietudes, me acompañó, pude sentir realmente su compañía, segura de que Alguien me amó primero, dio y da, cada día su vida por mí…
Intensas experiencias humanas se pueden convertir en experiencias fundantes que dan solidez definitiva a la existencia de una persona y crean su compromiso en la vida (lucha por la justicia, por la paz, a favor de los que tienen menos), esto supone apasionarse de tal manera que marca la vida del individuo dando forma a su interioridad y sentido a todo lo que hace, en fin, a su existencia.
La experiencia fundante es la base que da sentido a nuestra vida, es el germen del cual crece y se desarrolla toda nuestra existencia y desde el punto de vista de la fe es la experiencia de Dios como amor incondicional, revelado en Jesús el Señor por la fuerza del Espíritu Santo.
En la vida religiosa y consagrada esta experiencia fundante es lugar de encuentro entre Dios y el hombre. Dios toma la iniciativa y ofrece el amor fundante, que hace de la vida una gracia y conduce al hombre a la entrega confiada y absoluta en las manos de Dios. Conocí esta experiencia con hermanas de diferentes congregaciones religiosas con las que tuve la gracia de compartir acompañándolas en procesos de revisión, planificación y toma de decisiones, fueron tiempos de bendición y testimonio, al compartir sus historias, los fundamentos de la congregación, su espiritualidad particular, sus modelos de convivencia y su carisma congregacional… ¡Gracias Señor!
La experiencia fundante es:
- Profunda experiencia espiritual: encuentro transformante.
- Gracia de Dios.
- Piedra angular.
- Referente al que se recurre en las crisis y dificultades.
- Experiencia gratuita que debe ser cultivada
- Nos lleva más a SER que a HACER, el servicio brota de la experiencia de vida.
La experiencia de elección, llamado y encuentro con Dios la encontramos expresada en la Palabra de Dios que nos narra el momento inicial y decisivo de la experiencia de Dios de cada uno de los profetas y personas elegidas en el Antiguo Testamento y de Pedro, Pablo y los demás apóstoles en el Nuevo Testamento, ¿Cuál ha sido tu experiencia? ¿Te llama a la opción fundamental por Cristo?