Dios nos ha destinado para que en el lugar donde estemos, donde hayamos sido plantados, podamos dar frutos. Pero en algunas ocasiones se hace difícil esta tarea de reflejar a Dios en nuestros ambientes y dar así esos frutos esperados, pues la plaga de la cizaña se cruza en nuestro camino queriendo dañar y estropear la obra que el Señor quiere realizar a través de nosotros.
En la explicación de Jesús a sus discípulos sobre la parábola de la cizaña en el campo (Mateo 13, 36-43), nos enseña que debemos coexistir con la cizaña y no desesperar, no impacientarnos, aguardar el tiempo de la cosecha para entregar el fruto maduro que hemos producido y resplandecer según lo espera Dios de nosotros.
El trigo y la cizaña son plantas muy parecidas y podríamos confundirnos ante la presencia de los partidarios del maligno en medio de los ciudadanos del Reino. Por eso debemos discernir el querer de Dios para nuestras vidas y lo que significa su Reino, siendo asiduos a la oración, guiados por su Palabra y las enseñanzas de la Iglesia.
Es necesario que en este mundo trabajemos por la justicia, por la paz, por el amor. Que nos neguemos a sucumbir al desaliento, al odio, a la discordia. Que miremos al otro con respeto, sin crear condenas ni juicios, por muy diferente que pensemos. Es necesario soñar con ser mejores personas, mejores ciudadanos, mejores creyentes, mejores cristianos, anunciadores de la Buena Nueva a través de la palabra, de la profecía o del silencioso encuentro. Es necesario que nos neguemos a entrar en la dinámica de la destrucción, pues no podemos permitir que la cizaña nos contamine con la maledicencia que destruye los vínculos de concordia, equidad y verdad. Quiero creer que al final se impondrá la justicia, quiero confiar y pensar en un mundo, mi ciudad, mi Iglesia libre de todo mal.
El llamado es a “perseverar hasta el fin”, y en el tiempo de la cosecha el trigo se impondrá a la cizaña. Dios creador y dueño del campo continuará cuidando con misericordia, la semilla sembrada en nuestros corazones. Mientras llega ese tiempo de la cosecha, pedimos al Señor que nos llene de paciencia y confianza en Él.
Oremos diciendo: “Señor, tuyo es el mundo porque tú lo has creado y tuyo es el reino porque tú lo has instaurado, ayúdame a descubrir la cizaña que habita en mi para poder arrancarla y dar frutos de vida para tu Reino. Amén”.
Excelente publicación. Bien por Martha. Trabajando para el reino de Dios, sin descanso.
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Amén!!
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