Ser como niños

La liturgia de estos últimos días nos presenta a través del Evangelio, como Jesús escoge a un niño (Mc 9, 36-37) para ubicar a sus discípulos que estaban inquietos por asignarse posiciones, discutían para determinar cuál de ellos sería el más importante (Mt 18, 1); quien sería el más grande (Lc 22, 24) y esta conversación surge justamente después que Jesús estuvo ensenándoles por el camino y les decía que Él debía padecer y morir (Mc 9,31).

Dice Jesús que es necesario que volvamos a “ser como niños”… y ¿qué significado tiene esta expresión?

Podemos señalar en un niño muchas cualidades, pero hay una que es determinante: un niño confía sin hacer grandes análisis y reflexiones, la confianza es vital para la tranquilidad del niño, poder confiar en quienes le rodean.  Es impresionante observar como un niño se lanza en los brazos de la persona que conoce, de la persona en quien confía, sabiendo que esos brazos le acogerán con fuerza y seguridad, sin permitir que nada malo le suceda.

Ser como niños…

Es confiar sin reservas en el amor infinito de Dios.
Es recuperar la humilde confianza con que viven los más pequeños.
Es estar seguro de que “aunque tu padre y tu madre te abandonen, Dios nunca te abandonará” (Salmo 27, 10).
Es sentir la misericordia del Padre, cual Hijo Prodigo de vuelta a casa.
Es no querer dominar a nadie, pues en medio de su pequeñez, todos son mayores que un niño.
Es no aprovecharse de los demás.
Es no necesitar de los elogios ni del reconocimiento para ser feliz.
Es vivir en libertad, expresando lo que se siente y disfrutando cada momento.
Es agradecer permanentemente la gratuidad de la vida.
Es aceptar cada regalo como lo que es, don y dádiva.
Es dejar de lado la autosuficiencia del adulto, sabiéndose indefenso y vulnerable.
Es estar consciente de que solo no puede hacer nada y debe pedir ayuda.
Es clamar al Espíritu Santo pidiendo dirección y fortaleza.
Es postrarse a los pies del Maestro declarando su nada y esperando todo de Él.

Señor, deseo aprender a esperar en Ti pacientemente, dejar en tus manos mis asuntos para que se resuelvan en tu tiempo y no en el mío, cuando Tú quieras, como Tú quieras y no como a mí me parezca. Concédeme la tranquilidad de un niño recién alimentado. Quiero alabarte, glorificarte y dedicar mi vida a tu servicio.  ¡Amen!

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