1ra. Palabra
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”
Esta palabra de Jesús nos marca el eje central de su enseñanza, la misericordia y el perdón de Dios para la humanidad que “no sabía lo que hacía” y que aún hoy continúa sin saber lo que hace.
Y es que la ceguera del pecado en el hombre es tan real hoy en día, como lo era en tiempos de Jesus, pues el secularismo en el que vivimos queriendo llevar nuestra vida, prescindiendo de Dios, enfocados en el materialismo y la competencia.
Si hemos de escuchar el mensaje de Jesús tan actual y real, nos dice hoy que instauremos una cultura del perdón en donde transmitamos a nuestros hijos, a nuestra familia y a la sociedad principios de solidaridad e igualdad, asumiendo responsabilidad por el prójimo y amando sin esperar recompensa aparente.
No hay paz sin justicia, pero no hay justicia sin perdón. Las familias, los grupos, los estados, la misma comunidad internacional necesitan abrirse al perdón para remediar las relaciones interrumpidas. La capacidad de perdón es básica en cualquier proyecto de una sociedad futura más justa y solidaria. «El Dios que nos redime mediante su entrada en la historia, y que mediante el drama del Viernes Santo prepara la victoria del día de la Pascua, es un Dios de misericordia y de perdón» (Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada mundial de la Paz 2002, 7).
2da. Palabra
“Hoy estarás conmigo en el paraíso”
Esta palabra fue dicha a Dimas, el buen ladrón, como se le ha llamado a través del tiempo y la verdad es que no creo que haya ladrones buenos, salvo en este caso que robo el corazón de Jesús hasta el punto de obtener del Señor la promesa de habitar con Él en el paraíso.
Esta promesa es también para ti y para mí, pienso en este momento en tantos hombres y mujeres que por diversas y variadas circunstancias se han alejado de la fe cristina, quizás por alguna incoherente actuación de los que decimos vivir y expresar nuestra fe, o algún joven que ayudado por la frivolidad ambiental, piensa que no creyendo o no practicando se libera de viejos tabúes o reliquias ahora innecesarias. O un anciano abandonado del cariño de todos y desilusionado de todas las cosas. Pensamos en otros tantos posibles protagonistas.
Y a todos habla Cristo hoy y les dice qué sencillo le resultó al buen ladrón, ese pobre hombre que había sido bueno, pero al que las circunstancias de la vida le habían alejado de la verdad: «bastó una sola palabra de amor para encontrarse con Cristo nuevamente».
Anda, también para ti es la promesa del paraíso, aquí y ahora, necesita la Iglesia volverse hacia todos aquellos que quieran sentarse en la mesa del reino, que está puesta para todos.
3ra. Palabra
“Mujer, he ahí a tu hijo, hijo, he ahí a tu madre”
Que profunda relación existe entre Hijo y Madre y en la película de la Pasión se presenta tan maravillosamente. María que recibió el anuncio del ángel y aceptó el plan de Dios, ahora es su propio Hijo quien le hace una nueva anunciación: la maternidad de la Iglesia. Y Juan representa a la humanidad, que a la partida de su Señor quedaría huérfana, como sola también, quedaría la Madre, quien es llevada a vivir a la casa del discípulo amado, de ahí que el verdadero discípulo de Jesús debe llevar a María a su casa.
Ella que es modelo de discípulo irá mostrándonos esas cualidades que le adornaban y que le adornan: la docilidad al plan de Dios, la entrega y disponibilidad a servir a los demás, la humildad, el guardar en su corazón todo aquello que iba pasando en su vida y a lo que no encontraba razón ni justificación, pero que, desde la óptica de la fe, sucedía de acuerdo al cumplimiento de las promesas de Dios, porque para Él no hay imposibles.
La devoción a la Virgen no es una suerte de escrúpulo piadoso o de devoción superficial. Consiste en imitar a María en la fe y en la fidelidad a la voluntad de Dios, como Jesús lo hizo. Cuando veamos que nuestros asuntos caminan al revés, cuando no encontremos explicación a lo inexplicable, cuando lo que sucede nos duela en lo más profundo del corazón, acudamos a Maria y su ejemplo nos dará la luz para continuar creyendo y esperando contra toda esperanza, simplemente porque las promesas del Señor han de cumplirse, en su tiempo y según sus designios.
4ta. Palabra
“Padre, porque me has abandonado”
Las primeras tres palabras de Jesus, van dirigidas a los que quiere salvar, las siguientes dos palabras, dan muestra de su sufrimiento, de la intensidad de su dolor.
Esta cuarta palabra tiene dos caras. Es un grito desgarrador de Jesús, y es también el comienzo del Salmo 21 que es además un canto de esperanza. La exclamación inicial, que Jesús hace suya, «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», es un grito de dolor, no un grito de desesperación. Como los violentos sollozos de Job y de Jeremías, dice el desconsuelo del alma que siente que ha llegado a los límites extremos de la propia resistencia, y que reúne sus fuerzas, para gritar a su Dios que, ahora, la medida está repleta.
Jesús puede comprender al hombre y a la mujer que llora la partida de su cónyuge y que se pregunta, ¿Dios mío, por qué?; Él puede comprender al anciano solitario, que en un rincón abandonado y olvidado por sus hijos pregunta, ¿Dios mío, por qué? Al niño que llora solo con el recuerdo de sus padres, cuando pregunta ¿Dios mío, por qué?, al enfermo olvidado en su enfermedad terminal y que cada día que pasa pregunta, ¡Dios mío, Dios mío!, ¿Por qué a mí?
Como sea, esta cuarta palabra es muy triste, por lo que encierra y por el momento de sufrimiento profundo que vive el Señor y que puede parecerse, nunca ser igual, a alguna situación que nos haya tocado vivir.
5ta. Palabra
“Tengo Sed”
Esta quinta palabra de Jesús tiene también dos caras: es el lamento extremo que el dolor físico le hace pronunciar espontáneamente y es la continuación voluntaria de un Salmo mesiánico, el Salmo 69.
Jesús continúa por el camino que el Padre le había señalado y aunque dijo en Getsemaní, “Padre si es posible que no beba yo el cáliz”, ahora quiere apurar la toma de ese cáliz para volver a la presencia de su Padre y consumar ese encuentro de amor.
Pudiéramos pensar por los hechos vividos por Jesús, que esa sed es solo física, pero no, es sed también de ver plasmado en hechos concretos el compromiso de los hombres y mujeres que nos llamamos cristianos, aplicado en la transformación de este mundo.
Y nos dice Jesús: Tengo sed de amor, de entrega, de dedicación, de coherencia evangélica, de testimonio y ejemplo de honestidad. Tengo sed de la verdad, de la justicia, de la paz.
¿Qué esperas para calmar la sed del que por ti y por mí se ofrece en la cruz?
6ta. Palabra
“Todo se ha consumado”
Con estas palabras Jesús le dice a su Padre, he cumplido la misión que me encomendaste, he librado la batalla y aunque en aparente derrota, he vencido, llegué al final de la carrera.
Y si tú venciste Jesús, yo también he de vencer, pues “a todo puedo hacerle frente” en aquel que nos amó, hasta entregar su vida por nosotros.
¡Que orgullosa me siento de tener en mi vida un “LIDER” como Jesús, sólo en Él, vale la pena poner nuestra confianza, sólo Él nos dió ejemplo de:
- Ternura con los niños
- Solidaridad con sus discípulos
- Amor para honrar a su Madre
- Viril dignidad en el trato con las mujeres
- Coraje en la defensa de la verdad y la justicia
- Comprensión hacia el pecador
- Valor ante los adversarios
- Total entrega a los pobres
- Compasión y apertura a los enfermos
- ¡Con que entereza ha sabido morir!
Qué alegría me da seguirte en esta Iglesia que fundaste con tu bautizo y que completaste con tu muerte.
7ma. Palabra
“En tus manos encomiendo mi espíritu”
Y ahora LA PAZ, descansar en los brazos amorosos del Padre…
La muerte es un tema que aterra a muchas personas, pero porque se enfoca fuera de la perspectiva de la fe. Si aceptásemos la muerte como consecuencia última de la vida terrenal y principio de la existencia eterna, también nosotros pudiéramos llegar a disfrutar de esa presencia consoladora desde el aquí y el ahora, si cada uno de nuestros proyectos estuvieran depositados en las manos amorosas del Padre, otro sería nuestro enfoque.
Pero como nos creemos “reyes y señores” orientados al logro y a la calidad, a veces prescindiendo del amor y la justicia, hemos perdido nuestra conexión con Dios y hemos perdido el sentido real del éxito, que debería ser: “dar gloria a Dios, Rey y Señor del universo”.
Cristo es referencia para la vida y la muerte. Es el centro orientador; su vida entregada hasta morir da sentido a la existencia. Así, todo cobra sentido, eso que tanto falta en la vida de hombres y mujeres de nuestro mundo, porque hemos cortado toda referencia a la trascendencia, en vidas sin horizonte, pegadas a este mundo y sus goces, que ni llenan ni satisfacen del todo.
Siete veces habla Jesús en la cruz, y en cambio durante el proceso en que se le condenaba a muerte no habló ni una sola palabra en su defensa, sólo abrió la boca cuando dijo que era Hijo de Dios.
Señor,
En este momento quiero presentarte a cada una de las personas que leen esta reflexión para que a través de esas palabras tuyas encuentren la paz, la alegría y el consuelo, según sea su necesidad. Pero sobre todo que te encuentren a Ti que eres, la paz, el mayor consuelo y la mayor alegría.
Amén.