Unidad en la Diversidad

“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres, me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos, y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a predicar el año de gracia del Señor” (Lc 4, 18).  De esta forma Jesús inicia su ministerio y predicación en Galilea, nos revela la esencia de su fuerza y su poder: el Espíritu Santo. Pero no solo Cristo era portador del Espíritu Santo, también en nosotros habita y actúa el Espíritu Divino desde nuestro bautizo y de forma especial desde nuestra confirmación, nuestra alma y toda nuestra persona está consagrada al Espíritu Santo y es habitada por Él.

“Espíritu Santo, eres el alma de mi alma”, así inicia la oración del Padre Kentenich, fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, esa es la esencia del hombre redimido que es habitado en el alma por la Trinidad, especialmente por el Espíritu Santo.  Es Él quien ilumina, anima y da vida a nuestra alma, quien nos transforma interiormente.  A través del Espíritu Santo, Dios puede realizar su obra salvadora en nosotros, Él es nuestro educador y, además, es quien anima, guía y sostiene la iglesia.

En este tiempo de Pascua revivimos todas las obras realizadas por los primeros cristianos a partir de haber recibido la efusión del Espíritu Santo.  Es esa presencia del Espíritu Santo en el corazón de la Iglesia que ha ido animando cada carisma, cada movimiento suscitado por Dios para renovar y reavivar aspectos básicos de la vida cristiana y eclesial a través del tiempo.

Otra maravillosa manifestación de la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia Católica es la unidad, pues permite que hombres y mujeres de todas las naciones viviendo en diferentes continentes, usando diversos idiomas para comunicarse, teniendo enormes diferencias en costumbres y prácticas; perseveramos unidos en la misma fe, en el mismo culto – la Eucaristía y los mismos medios de santificación – los siete Sacramentos.

El Espíritu Santo también nos anima en la diversidad dentro de la Iglesia, en su Audiencia General del 26 de junio de 2013 el Papa Francisco enseñaba “¿Qué hace el Espíritu Santo entre nosotros? Diseña la variedad, la variedad que es la riqueza de la Iglesia y une todo y a todos, a fin de constituir un templo espiritual, donde no ofrecemos sacrificios materiales, sino a nosotros mismos, nuestra vida (cf. 1 Pt 2, 4-5)”.  Un claro testimonio de esa unidad en la diversidad es lo que ha ocurrido en este tiempo de cuarentena por el Covid-19, se han cerrado los templos físicos para las celebraciones litúrgicas, pero se han abierto miles de Iglesias Domesticas, como llama el Concilio Vaticano II a las familias (LG II y Apostolicam Actuositatem), para compartir la fe y celebrar la Eucaristía y en lugar de llegar a la Iglesia como personas, nos reunimos en las celebraciones como familias.  “¿Dónde podemos encontrar la luz del Espíritu Santo para que ilumine nuestras vidas? La respuesta es: en el pueblo de Dios, en medio de nosotros, que somos Iglesia. Entre nosotros, dentro del pueblo de Dios y de la Iglesia, allí encontraremos a Jesús, al Espíritu Santo, encontraremos al Padre” (Audiencia General del 26 de junio de 2013).

El Espíritu Santo anima la unidad de la Iglesia en la diversidad por el amor y cada uno de nosotros somos piedras vivas de la Iglesia por el Bautismo, de modo que todos estamos llamados a formar parte del Cuerpo de Cristo, nadie puede quedar fuera de ella, pues faltaría un elemento importante en su edificación.

Pidamos al Señor la gracia de estar consciente de la presencia del Espíritu Santo, alma de mi alma, que nos anima a mantenernos firmemente unidos a Cristo, piedra angular de toda la vida de la Iglesia.