Disfrutar la Soledad

Nos sucede que de jóvenes y en la edad madura nos acostumbramos a desempeñar múltiples roles, a realizar diversos trabajos o dividir nuestro tiempo en múltiples ocupaciones, a ocupar posiciones cargadas de responsabilidad y llegado el momento de nuestra edad dorada, no nos acostumbramos a invertir el tiempo en acciones simples o sencillamente disfrutar el tiempo sin hacer nada.

Escribir sobre experiencias vividas o simplemente plasmar en un papel las ideas y reflexiones, leer un buen libro, escuchar audios de temas religiosos o de crecimiento personal, son algunos de los pasatiempos ideales para esos momentos que nos quedan libres de obligaciones especificas (trabajar, cocinar, arreglar la casa).  Por ejemplo, desde siempre he disfrutado tanto leer el domingo en la mañana, cuando satisfecha del descanso, me despierto y todos los demás habitantes de la casa, aún están entregados en los brazos de Morfeo, para esos momentos de lectura solía guardar artículos, reflexiones y hasta periódicos y revistas para leerlos en el espacio libre del domingo.  Otro espacio que he disfrutado es escuchar música clásica al volumen deseado mientras arreglo gavetas o armonizo la decoración de cualquier área de la casa y como sé que no todo el mundo tiene mis preferencias, aprovecho hacerlo cuando estoy sin compañía, disfrutando los tiempos de soledad. Considero que es un don de Dios poder encontrar tiempos de soledad para realizar lo que disfruto y deseo.

La soledad es una experiencia inherente a la condición humana. Aunque en ocasiones se ha asociado la soledad con las personas solteras o al estado de vida célibe, pero en cualquier etapa, condición o momento de nuestra vida, podemos tener espacios de soledad y experimentar momentos de profunda soledad en todo el recorrido de nuestra existencia. 

Desde el nacimiento, el recién nacido experimenta la separación del seno materno. El niño experimenta soledad, y vaya que, en estos días de pandemia, muchos niños han tenido que aprender a armar su soledad al no poder reunirse con sus amigos en el parque o ir a visitar a los primos.  También muchos niños se encuentran marcados por el fenómeno social que tristemente es cada vez más frecuente, la ausencia de los padres, a veces por compromisos triviales, a veces por exigencias formales o laborales, a veces por la falta de la figura paterna o materna, por ejemplo, en el caso de matrimonios rotos en donde solo uno de los progenitores se ha hecho cargo de la educación de los hijos, éstos experimentan una gran soledad desde muy temprana edad.

También se presentan tiempos de soledad en la adolescencia, esta etapa en la que el joven se puede encontrar perdido y no tiene con quien compartir sus experiencias sin que se sienta incomprendido por un mundo hostil que le resulta desconocido.  En la edad madura es frecuente vivir momentos en donde nos acompaña la inevitable soledad.  En el matrimonio también es posible experimentar momentos de soledad, a veces por circunstancias concretas que fuerzan una separación; otras por una falta de comunicación que crea distanciamientos. 

La soledad no necesariamente nos debe llevar a encerrarnos en nosotros mismos, como cualquier otra experiencia humana, nos debe llevar a vivir mas plenamente, nos debe ayudar a crecer, a ser más humano, a través de darle sentido a la experiencia, sobre todo si la asociamos con Dios.  Como diría San Agustín sobre la naturaleza humana: “Nos hiciste Señor, para Ti; y nuestros corazones estarán inquietos hasta que descansen in Ti”.

La soledad es una experiencia necesaria para forjar la capacidad de construir relaciones sanas y maduras con los demás.   Para que podamos comunicar una palabra oportuna a los otros es necesario que yo sea capaz de comunicarme esa palabra oportuna a mí mismo antes.

Muchas veces nos quejamos de que “nos ha tocado compartir con la soledad” y hasta somos incapaces de quedarnos solos con nosotros mismos, nos inventamos los escenarios más diversos con tal de atraer acompañantes a nuestra vida y hasta pretendemos que los demás nos ayuden a estructurar nuestra propia soledad, eso es imposible, cada uno tiene que aprender a estructurarse su propia soledad, pues nadie podría hacerlo por otro. Es necesario y saludable entrar en nuestro aposento interior, escucharnos y disfrutar la soledad. 

“El prisionero anhelaba estar a solas consigo mismo y con sus pensamientos.
Añoraba su intimidad y su soledad

Viktor Frankl

3 comentarios sobre “Disfrutar la Soledad

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