¡Te busco a Ti, Señor!
Quiero aprender de Ti, quiero tu paz, quiero tu mansedumbre, quiero tu ternura, quiero tu fidelidad, quiero tu misericordia y compasión, quiero caminar por donde caminas, quiero amar como me amas, quiero servirte desde la libertad, quiero tu incondicionalidad.
El Evangelio según San Juan nos dice que, al inicio de su ministerio, Jesús pregunta “¿Qué buscan?” a Juan y Andrés, discípulos de Juan el Bautista que le habían seguido. El Evangelio de Juan nos narra que Jesús hace la misma pregunta en dos ocasiones posteriores, en Getsemaní antes de ser apresado dice: ¿A quién buscan? (Jn 18, 4) y luego de su Resurrección, pregunta lo mismo a María Magdalena: ¿A quién buscas? (Jn 20, 15). En cada momento Jesús conoce la respuesta… sabes Señor, que es a Ti a quien buscamos, porque eres el Camino, la Verdad y la Vida, pero para encontrarnos contigo, no podemos quedarnos en los márgenes, debemos adentrarnos junto a Ti, en el afán de cada día, en la necesidad de cada hombre, en el sufrimiento de cada enfermo, en la realidad de cada ser humano, no podemos quedarnos dentro de la multitud que solo te busca por lo que le puedes ofrecer, nos invitas a dar la vida y nos enseñas que “hay más dicha en dar que en recibir” (Hch 20, 35).
Luego que Jesús conoce la intención de quienes le seguían: “¿Dónde vives?”, le extiende la invitación: “Vengan y verán” (Jn 1, 39).
No te limitas a darle las referencias o la geolocalización de donde vives o donde te estás quedando, los invitas a ir contigo y aprender de Ti, escuchar tus enseñanzas, pasar tiempo a tu lado y observar cómo tratas a la multitud que te mueve a la compasión porque están como “ovejas sin pastor” (Mc 6, 34). Es así como después de conocerte y estar contigo, también nosotros sentimos la imperiosa necesidad de comunicarlo a los demás y salimos a dar la Buena Noticia a los más cercanos, lo mismo hace Andrés, va y le dice a su hermano Simón que ha encontrado al Mesías y lo lleva a Ti.
Llama mi atención la particular elección que tienes para cada uno de nosotros, puesta de manifiesto en Simón – Pedro, al verlo posas tu mirada en él y le das un nuevo nombre “Cefas”. No importa la hora, ni importa si es antes o después, si es temprano o tarde, si es de día o de noche, cuando pones tu mirada sobre uno de nosotros, cuando nos eliges y pronuncias nuestro nombre, quedamos sellados para siempre.
“Ven y verás” (Jn 1, 39) es una invitación que se perpetúa en el tiempo, pues el Señor nos invita a ser sus testigos y asumir como cristianos, la gran misión de llevar a los demás al encuentro personal con Jesús, así le dijo Felipe a Natanael cuando le habló de Jesús: “Ven y verás” (Jn 1, 39).
Que alegría tan grande siento de haberte conocido, igual que Juan señala que se quedaron contigo hasta “las cuatro de la tarde”, también yo recuerdo ese sábado 26 de febrero de 1983, cuando me miraste con amor y misericordia, y te plació llamarme a conversión y a experimentar tu amor incondicional, tu presencia en mi vida ha cambiado mi lamento en canto, mi miedo en seguridad, mi incertidumbre en esperanza, mi desasosiego en paz, mi frialdad en ternura, mi desaliento en fuerza, mi individualismo en comunidad. No permitas que me aparte de Ti, muéstrame cada día las estructuras que me pueden confundir y atar, los convencionalismos, las costumbres y comodidades que limitarían mi caminar firme a tu lado.
¡Gracias por encontrarte en la Oración, la Palabra y la Eucaristía!
BELLOOOO
Me gustaMe gusta
Hermoso!!
Me gustaMe gusta
Que bella reflexión!!!
Me gustaMe gusta