Hace días nos enteramos a través de los medios de comunicación sobre varios suicidios de personas “famosas y exitosas” y me dio por pensar en la cantidad de seres humanos que viven sin darle un propósito o sentido a su vida. Muchas personas entran en seguir la corriente de las actividades o estilos de vida que otros eligieron para ellos o cumplir con los compromisos que han contraído en un momento determinado y que día a día demandan más y más tiempo y esfuerzo, pero que no aportan valor a la esencia de la vida, a la esencia de su vida en particular.
El sentido de la vida ha estado ligado a las concepciones filosóficas y religiosas de la existencia, la conciencia y la felicidad e incide en muchas otras cuestiones, tales como: el bien y el mal, el valor, el propósito, la ética, el libre albedrío, la existencia de Dios, las concepciones que se tengan acerca de Dios, el alma y la vida eterna.
Un enfoque centrado en el ser humano en sí mismo, fuera de las concepciones religiosas y demás, nos plantea la pregunta “¿Cuál es el sentido de mi vida?”.
En mi opinión la pregunta está mal formulada y por lo tanto la respuesta que obtengamos no sería de ninguna forma satisfactoria, pues más nos ayudaría preguntarnos:
¿Qué sentido le doy a mi vida?
¿Cómo adquiere sentido mi vida?
¿Para qué o para quien tiene sentido mi vida?
Ante todo, es asunto de asumir responsabilidad por la propia vida, valorar lo que hacemos desde la intención con la que vivimos y agradecer el reconocimiento o la admiración de los demás, sin que estos sean lo más importante para seguir adelante, es necesario enfocarnos en una serie de impulsores internos, como son:
- La motivación, que es el impulso que recibimos cada día para levantarnos y asumir los retos propios de nuestra condición y estatus.
- La satisfacción, que es el elemento que nos llena de agradecimiento por los talentos que nos han sido dados, los cuales por nuestro esfuerzo se han ido desarrollando y nos hacen capaz de dar lo mejor de cada uno en cada actividad que realizamos.
- La alegría que nos hace vencer los obstáculos que se presentan para limitar nuestras acciones y generar frustración en nuestras vidas.
- La paz que nos sosiega en medio de los afanes y que nos ayuda a discernir las consecuencias de mis decisiones y actuaciones.
- El dominio propio que nos indica cuándo y cómo actuar, cuando y que decir o simplemente cuando guardar silencio y esperar pacientemente.
En muchos casos la frustración o el sin sentido de la vida depende de las expectativas creadas en relación a los demás o por poner nuestro propósito de vida en dependencia de las ideas o criterios de quienes nos rodean. Definitivamente nadie va a vivir nuestra vida por nosotros, ni la pareja o los hijos, ni el jefe o el compañero de trabajo, por eso se hace necesario que revisemos frecuentemente si la razón principal de nuestro quehacer diario nos está dando la paz y la alegría que deseamos, si no es así, debemos revisar nuestro propósito y re-direccionar nuestra ruta de vida.
El propósito de nuestra vida no es estático, como no es estática la vida misma, vamos pasando por diferentes etapas, unas veces con más energía y menos experiencia y en otros tiempos vivimos con menos impulso pero con un gran cúmulo de experiencias que nos llevan a pensar y a valorar la vida de forma diferente. Vive plenamente con un corazón humilde y agradecido y encontrarás el sentido al regalo que es la vida.
Gran contenido , sentido y profundidad para la ayuda en nuestro camino de vida.
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Cuanta luz y verdad en estas palabras.!!!
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Mas claro no podías decirlo !!
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